El martes pasado impartí una charla sobre hiperactividad para el profesorado de Intxixu Ikastola (aquí está el enlace a la web de la ikastola). En primer lugar quería agradecerle a Jone su interés por este proyecto de charlas. Así mismo mencionar la amabilidad de Julene. Y por supuesto agradecer a todo el profesorado que asistió su participación e implicación en la temática. Sin ellos y ellas la charla habría sido algo unidireccional. Se implicaron desde el primer momento. Sin duda demostraron ser un equipo interesado en la cuestión. Y también estar preocupados por los niños y niñas con los que trabajan a diario.
Se habla y se escribe mucho sobre la hiperactividad. Por desgracia, no hay más que acercarse al abordaje de este tema por diferentes medios de comunicación para darse cuenta de que muchas de las informaciones sobre el mismo son contradictorias. Además actualmente el diagnóstico por Trastorno con Déficit de Atención con o sin Hiperactividad está generalizado. Se diagnostica mucho esta categoría. Esto implica, entre otras cosas, el inicio de un tratamiento medicamentoso.
La medicación como solución.
Tal y como charlaba con el profesorado de la charla, en bastantes ocasiones la medicación no termina de ser una solución para estos niños y niñas. A veces mejora un poquito la sintomatología de hiperactividad. Pero normalmente a largo plazo desaparecen estos efectos. Y además, hay una serie de riesgos asociados a la toma de estas medicaciones.
Se hace importante entender que detrás del síntoma de hiperactividad hay un niño o niña que está sufriendo. Tan sólo si podemos llegar a comprender el sufrimiento de cada uno de estos niños en particular, podremos ayudarles. Al igual que en el caso de los adultos, en los niños y niñas, cuando hay un «dolor mental» aparecen una serie de síntomas. Estos síntomas nos deberían hacer pensar que algo está pasando. El sufrimiento sale al exterior como puede, a veces de maneras un tanto «alejadas» de la razón fundamental. Sin embargo, cuando estos síntomas aparecen, hay que mirar un poco más allá. Tan sólo si continuamos investigando, escuchando, jugando y hablando con estos niños, descubriremos cuál es el dolor de cada uno de ellos.
El diagnóstico.
Cuando nos quedamos en el diagnóstico como etiqueta, nos perdemos la posibilidad de avanzar. Diagnosticar a un niño de hiperactividad es darle una identidad que impotentiza. Puede tranquilizar en un primer momento tener un diagnóstico. No obstante, muchos de estos niños y niñas acaban acudiendo a donde profesionales porque este diagnóstico, junto con la medicación, no hace que mejoren. La hiperactividad no deja de ser una especie de «exageración» de algo que es propio de la infancia: el no estarse quieto, no hacer caso, cambiar de tema, etc. Por eso se hace necesario mirar un poquito más allá, centrarse en el niño o niña que tenemos enfrente, e intentar comprender qué ha pasado en su historia para que haya necesitado sacar el sufrimiento de este modo.
Para mayor información sobre hiperactividad aquí está el enlace a la sección de la página web.