En este artículo, con mucho humor nos advierten de la tendencia a patologizar comportamientos infantiles habituales y transformarlos en trastornos.
El TDAH (Trastorno por Déficit de Atención con / sin Hiperactividad) se establece en función de unos criterios comportamentales, basados en una enorme subjetividad. Un criterio, por ejemplo, es que con frecuencia el niño o niña no sigue instrucciones y no termina las tareas escolares. ¿Cuántas veces es «con frecuencia»? ¿Cuántas veces es esperable que esto suceda y a partir de cuándo se considera problemático? Está claro que los niños no siguen instrucciones a la primera, y que desde luego no van a estar deseosos de hacer las tareas escolares, pero… ¿a partir de cuántas veces deberíamos considerarlo como patológico? Criterios como éste colocan a los profesionales de la sanidad en la enorme dificultad de discernir cómo de problemática es una determinada situación. Esto es especialmente importante ya que además en muchas ocasiones a partir de este diagnóstico se empieza a medicar a los niños, con los efectos secundarios propios de la medicación usada en estos casos.
Lo importante no es diagnosticar, sino entender qué está sucediendo en este niño o niña en concreto para que presente estas dificultades. Más allá de la inatención y de un «exceso» de movimiento puede haber un niño o niña con dolor mental, y que la única manera que ha tenido de poder expresarlo es a través de una exageración de lo que es propio de los niños (la falta de atención y el movimiento). Es importante seguir investigando para no quedarnos en las etiquetas diagnósticas que cierran puertas, sino pensar en cada caso particular, que va mucho más allá de un diagnóstico. Cada niño o niña es diferente, y hay que centrarse en qué significa el síntoma de la hiperactividad o la falta de atención en cada uno de ellos.