La Organización Mundial de la Salud (OMS) nos ha advertido hace unos días de un aumento en la prescripción de antidepresivos en niños, con el riesgo de que se esté haciendo sin motivos suficientes y sin tener muy en cuenta los efectos secundarios.

Más allá de las estadísticas, estos informes nos dan un toque de atención sobre la tendencia a la medicalización con antidepresivos en las diferentes situaciones de dolor mental. Tristeza, hiperactividad, falta de atención, fobias, angustia… son síntomas que pueden aparecer en los niños y niñas. En la actualidad se está acostumbrando a medicar rápidamente, sin ir más allá, sin plantearse el por qué de que este niño o esta niña, en particular, sufra de angustia, hiperactividad, tristeza, etc.

Vivimos en un mundo donde parecería que no se puede sufrir, no puede haber dolor (tampoco dolor mental). No tenemos tiempo, hay que ser productivos, etc. A los niños también les afecta este ambiente de rapidez, de no pensar, de no dedicarse tiempo a uno mismo para metabolizar y digerir lo vivido. En este contexto los medicamentos aparecerían como soluciones rápidas, y por tanto deseables.

Es verdad que la medicación en muchas ocasiones es una ayuda, y en otras ocasiones es indispensable para poder empezar a pensar. Sin embargo, casi nunca es suficiente por sí misma, y en algunas ocasiones además tiene efectos perjudiciales.

Cuando nos encontramos con un niño o niña con tristeza hay que analizar esa situación en particular, ver su historia, entender el por qué de esa tristeza para poder trabajarla.

Fuente: bbc.com