La felicidad y las renuncias están muy relacionadas. En este artículo tan interesante nos muestran la relación existente entre un estado interno de bienestar y los tiempos de espera. Vivimos en una sociedad en la que parece que se puede tener todo ya, al alcance de la mano. Pero esto nunca es posible. Los avances tecnológicos han permitido que todo sea más rápido. A los adultos y a los niños nos cuesta mucho esperar. El deseo humano por excelencia consiste en esto, en querer tener todo ya. Por eso los mensajes que recibimos constantemente de que esto es posible no nos ayudan. Parece que es posible viajar, tener hijos, avanzar en las carreras profesionales, cuidar el cuerpo para parecerse a los cánones marcados actualmente… y ser feliz.
No alcanzar esto puede producir, y de hecho está produciendo, una sensación de insatisfacción. Nunca llegamos a lo que nos proponemos. A pesar de que parece que podemos hacer todo más rápido (whatsapp, internet…). El deseo siempre nos impele, a todos los seres humanos, a querer más, a seguir buscando. La dificultad aparece cuando no toleramos no llegar a todo.
Aprender a esperar
La vida está llena de renuncias y de tiempos de espera. Siempre que elegimos hacer algo… renunciamos a otra cosa. Y no es verdad, aunque nos intenten vender esa idea y nosotros la compremos, que se puede tener todo ya. En realidad deberíamos volver a aprender a esperar. Difícilmente logremos que los niños y niñas sean capaces de hacerlo si en la actualidad los adultos no lo logramos.
El ser humano debe sentir ciertos vacíos para seguir avanzando en la vida. Y debe tolerar un cierto vacío permanente, una cierta sensación de insatisfacción. No podemos tener todo, aunque nos gustaría. Cuando esta sensación de insatisfacción es permanente y dolorosa, puede ser necesario consultar con un especialista. Habría que analizar de dónde proviene, y conocer la historia personal para poder elaborar una nueva historia que nos duela menos y nos ayude a avanzar.